Francisco Javier Sáenz de Oiza, nació en Cáseda (Navarra), en 1918. Se licenció en Arquitectura en 1946 por la Escuela de Arquitectura de Madrid y se doctoró en 1965.
Francisco Javier Sáenz de OizaAmplió posteriormente sus estudios en EEUU con una beca de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A su regreso, en 1949 comenzó a trabajar en la Escuela de Arquitectura de Madrid, a la que estuvo ligado hasta su jubilación en 1985, primero como profesor de proyectos arquitectónicos, después como catedrático y director de la misma. Desde 1983 centró su actividad en el trabajo de estudio.
Oiza y sus obras más destacadasEntre sus obras destacan edificios tan emblemáticos como el de las Torres Blancas (1969) o el del Banco de Bilbao (1972-78) en el Paseo de la Castellana, ambos en Madrid. Falleció en Madrid, en 2000.
Edificio Torres Blancas
Mediante este proyecto, la arquitectura española de aquel entonces intentaba mostrar el esfuerzo de superación y de sofisticación cultural de una arquitectura que abandonaba el racionalismo para adentrarse en unas formas más adecuadas a las necesidades estéticas de la sociedad urbana.
Vista parcial del edificio Torres BlancasSe trata de un edificio de viviendas de 71 metros de altura y 21 plantas, de hormigón armado, con una estructura concebida a base de cilindros en los que se abren balcones con celosías de madera, y rematado en su parte superior por unos jardines de altura. En la realización de estas viviendas de supuesto lujo participaron como ayudantes Juan Daniel Fullaondo y Rafael Moneo. En 1974 este edificio mereció el “Premio de la Excelencia Europea”.
Torre del Banco de Bilbao
La torre, de planta rectangular y 107 m de altura, se basaba en ideas de carácter orgánico: una estructura central donde se integraban las partes del edificio divididas en unas plataformas-bloque (los pisos) de diversas alturas.
Vista parcial de la Torre del Banco de BilbaoSin embargo, el lenguaje exterior de la torre se manifiesta purista y simple, no a imagen del racionalismo, sino simplemente como analogía de la naturalidad con la que la piel recubre un organismo. Viseras metálicas y esquinas romas de tonalidades ocres a consecuencia de la oxidación paulatina del acero, conforman su fachada.